lunes, 25 de febrero de 2008

Mudanza

La semana pasada me trasladé de ciudad. He dejado Vyara, en el Sur del estado, para mudarme a Vadodara (o Badora, que es el nombre que le dieron los ingleses), una ciudad más grande, situada más cerca del centro y mejor comunicada (tiene hasta aeropuerto para vuelos domésticos). Parece mentira la cantidad de cosas que se pueden acumular en unos pocos meses. Como la casa donde vivía no estaba amueblada, tuve que comprar algunos muebles: un par de camas (ya que una de ellas hacía también las veces de sofá), un escritorio, una mesa de comedor, algunas sillas y una nevera. También tuve que comprar los enseres para la cocina, sábanas, toallas, … En fin, que para trasladarme he necesitado alquilar un camión. Me he cogido unos días de vacaciones primero para empaquetar todas las cosas y luego para desempaquetarlas (proceso que todavía no ha terminado).

Vivir en Vadodara tendrá ventajas: algunos de mis viajes serán más fáciles, podré ir al cine y entender lo que dicen (ya que hay un cine que pone una película en inglés), me podré dar lujos como irme a tomar un café y comerme un pastel, hay un bonito parque para pasear,… Pero también tendrá sus desventajas. La primera es la gente que he dejado en Vyara y otra es que me tendré que acostumbrar a los mendigos. En Vyara casi no había. Sólo la gente de una familia, que vivían bajo unos plásticos en la calle, me pedía a veces dinero cuando pasaba por delante. Pero se quedaban tan contentos si en vez de darles dinero les hacía una foto. Aquí la pobreza es más dura y están los “mendigos profesionales”. Es duro verles, sobre todo a los niños, (¡y más duro debe ser para ellos!). Normalmente les digo que no les doy dinero porque sé que esa no es la solución. A veces les doy unos caramelos o les compro algo de comida, ya que aunque sé que esa tampoco es la solución, me ayuda a lavar un poco la conciencia. Y a veces acabo por darles unas monedas: si acabo de gastarme cien rupias en un capricho ¿cómo puedo negarles aunque sea cinco rupias a ellos? Al final no sé muy bien si la única razón es quitármelos de encima… El otro día recibía un email de un amigo que me decía que le gustaba el blog porque sé ver esperanza, pero hay días en que eso resulta difícil.

6 comentarios:

Herminio dijo...

Como puedes comprender, el comentario anterior es una coladura haciendo pruebas.
Confío que ya estarás todo atareada preparando tu nuevo piso y puedas disfrutar de tu nuevo destino.
Un abrazo de toda la familia.

Susana dijo...

Ya me parecía que estabas un poco parco con tu primer comentario, pero de todas formas era señal de que ya te habías pasado por aquí.
Yo aún no he terminado de desempaquetar todas mis cosas, pero poco a poco me voy acostumbrando al nuevo ambiente. ¡Un abrazo también de mi parte a la familia!

Anónimo dijo...

Sí, es verdad que consigues ver la parte positiva, aunque —como dices— no sea fácil. Reconozco que a mí se me hace más difícil. Tengo una "capacidad" natural para no acostumbrarme y esta falta de flexibilidad —para mal y para bien— parece que cada día va a más.
Abrazos

Jose ;)

Hazi Mendian - Creciendo en el monte dijo...

Hola Susana, me alegra el leerte, y de las posibles mejoras en tu "nueva residencia". Y una cosa,¿te parece poco el compromiso que tienes con tu trabajo, el trabajar allí, los proyectos que teneis?....
Personalmente creo, que te dedicas a dar solución a esa realidad, aunque por supuesto, la esperanza, cueste verla algunos días. Besos.

Anónimo dijo...

Amiga Susana:
El sistema de castas de la India es un sistema hereditario de estratificación social que ha existido en el subcontinente durante aproximadamente 3000 años. No pretendas que costumbres tan arraigadas socialmente desaparezcan en unos pocos dias. Además has de saber que existe un orden social en las castas.Las Leyes de Manu dictaminan que este orden es sagrado y que nadie puede aspirar a pasar a otra casta en el transcurso de su vida.
Lo que tu ves son los dalits (parias, mlechas) o intocables, una clase tan baja que se considera fuera de los varnas. Los hindúes consideran que los dalits son tan bajos como el excremento.

Con esta clase de pensamiento arraigado durante tantos años, ¿cómo pretendes que nada cambie?

Larga y próspera vida

Susana dijo...

Hoy me he levantado con un ánimo más optimista y voy a disentir con t'pol. Prefiero seguir viendo el lado positivo y pensar que las cosas sí pueden cambiar y que podemos contribuir a que mejoren. No hablo de cambiar el mundo, sino de lo cada uno hacemos y que influye en quienes tenemos alrededor. Siguiendo lo que dice Fintxu, yo he elegido venirme al otro extremo del mundo para hacer mi pequeña contribución, pero la verdad es que no hace falta trasladarse tanto. Y con respecto a la situación en la India, ninguna sociedad es estática. También aquí las cosas están cambiando y me niego a pensar que no hay esperanza. Y Jose, esfuérzate un poco: ¡merece la pena descubrir esos rayos de esperanza!