lunes, 12 de noviembre de 2007

¿Qué apostamos?

Cuando estaba en España el viaje más pesado que tenía que hacer era un trayecto en metro de 15 minutos en hora punta sin poder sentarme. O quizá pasar cinco horas en un cómodo autobús para llegar a Madrid. Hasta ahora, en India había viajado principalmente en tren o alguien me llevaba en su jeep, pero últimamente me ha tocado probar el “placer” de viajar en autobús. Antesdeayer, por ejemplo, hice uno de esos viajes. A la ida tuve suerte y encontré asiento. Yo creo que fue porque era pronto, un autobús que salía a las siete de la mañana. Un día normal eso ya sería madrugar bastante para mí pero lo fue más teniendo en cuenta que era el día siguiente a diwali (el festival de la luz, el equivalente a nuestra nochevieja) y que esa noche se la pasaron tirando petardos. Supongo que los tiraban por toda la ciudad (en realidad, por todo el país) pero a mí los que más me molestaban eran los que tiraban justo delante de mi casa. Con deciros que me tuve que cambiar de habitación y acostarme en un colchón en una habitación que da para atrás para así poder dormir un poco.

En fin, que me desvío del tema. Sigo contando mi viaje. En cuanto salimos de Vyara cogimos una carretera que es lo suficientemente buena para que el autobús alcance cierta velocidad (nada espectacular, no os penseis, puede que llegasemos a los 70 kms. por hora) pero no lo suficientemente buena como para tener el piso liso. Las ventanas del autobús no encajaban bien y con el traqueteo producían un ruido que me estaba sacando de quicio. Era como estar junto a un avión a punto de despegar. Poco a poco, no sé si porque me acostumbré o porque la carretera empeoró y tuvimos que reducir la velocidad, acabé por olvidarme del ruido. Y así completé mis tres horas de trayecto. Acabé el trabajo que tenía que hacer y cogí el autobús de vuelta a casa. Esta vez no tuve suerte y no me pude sentar al montarme y ahí descubrí lo que es ir en un autobús a tope. Los autobuses tienen un pasillo central, con dos asientos a un lado y tres al otro, pero donde se apretuja bastante más gente que asientos. Creo que el record que he visto hasta ahora de gente sentada en el lado de tres asientos han sido dos adultos y cinco niños. Y el pasillo a rebosar. Cuando parece que no cabe más gente, llega alguna otra persona y la gente se apretuja un poco más. Y nadie se queja. No se paga el billete antes de montarse sino que el cobrador se va desplazando por el autobús cuando el vehículo está en marcha. Y lo más increíble es que el tipo se las arreglaba para pasar aunque parecía que ya no cabía ni un alfiler. Afortunadamente en una de las paradas intermedias se bajó bastante gente y me pude sentar para acabar el trayecto con relativa comodidad.

Lo que me consuela durante esos viajes es pensar que yo sólo sufro esas incomodidades de vez en cuando. Para la mayoría de la gente, sus desplazamientos cada vez que se tienen que mover son así o peores. Para muchos destinos no hay autobuses frecuentes y mucha gente se desplaza en unos jeeps compartidos o en camión y ahí sí que realmente van amontonados. A menudo me acuerdo de una de las pruebas del “¿Qué apostamos?”, aquel programa de televisión que presentaban Ramón García y Ana Obregón. En una de las pruebas un grupo apostó que se podían meter tropecientos en una furgoneta. No recuerdo cuántos eran, pero estoy segura de que en la India ese número se supera a diario.

3 comentarios:

MARI CARMEN dijo...

Un saludito, Susana. Aunque no siempre e escriba, que conste que sigo tu blog y que espero impaciente la siguiente entrada para conocer las costumbres, anécdotas y miserias de la India, así como tus andanzas.

Muchos besitos

Anónimo dijo...

Me sale una cosa muy rara cuando pincho en el "Carmela" anterior, vuelvo a probar.

Anónimo dijo...

Hola Susana: Y luego nos quejamos por ir un trayecto de pie en el metro, qué mal acostumbrados. Sigo leyéndote en el blog y la verdad que siempre se aprende algo.
Supongo que ya estarás preparando las maletas, no?

Un abrazo
Herminio